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Poner en valor económico las revistas académicas

Revistas-activo-financiero

En el mundo académico, las revistas científicas son instrumentos de comunicación del conocimiento, vehículos para la difusión de resultados de investigación y plataformas clave en el desarrollo de comunidades científicas.

El problema, para muchos editores de revistas que sufren poco apoyo por parte de los órganos rectores de la Universidad, es que las revistas son vistas como un gasto tolerado a regañadientes.

Pero ¿y si también fueran consideradas activos financieros? Esta es la provocadora premisa que impulsa un reciente ejercicio realizado por SCImago: la estimación del hipotético valor económico de las revistas indexadas en Scopus, calculado a partir de tres variables clave —su índice de calidad SJR (SCImago Journal Rank), el número de artículos publicados, y los Article Processing Charges (APC), ya sean reales o estimados (o sea, valores de APC que la revista podría cobrar dada su posición en los rankings de calidad).

Aunque esta metodología podría parecer orientada al mercado, con implicaciones comerciales claras —por ejemplo, como referencia para posibles ventas, fusiones o adquisiciones de revistas— el propósito del ejercicio de SCImago, al menos en su concepción original, va en una dirección completamente distinta. No se trata de ponerle precio a cada revista para facilitar transacciones económicas, ni de convertir este ranking en una suerte de catálogo comercial para editores y plataformas. El interés, más bien, es hacer visible algo que con frecuencia pasa desapercibido: que las revistas académicas, particularmente aquellas que son editadas por universidades y otras instituciones sin fines de lucro, también representan activos con un valor financiero implícito.

Un enfoque distinto
Este enfoque invita a replantear cómo las universidades —y en general los sistemas académicos— entienden y administran sus publicaciones científicas.

Tradicionalmente, las revistas que edita una universidad se ven como un coste más en su presupuesto: una partida más dentro del conjunto de gastos destinados a apoyar la producción y difusión del conocimiento. Pero esta visión puede ser limitada. Si consideramos que muchas de esas revistas podrían generar ingresos importantes a través de APC —y que, sin embargo, deliberadamente no lo hacen por coherencia con su vocación de acceso abierto y servicio público—, entonces lo que estamos viendo no es simplemente una falta de ingresos, sino una renuncia consciente a una fuente legítima de financiación.

Es justamente en ese punto donde el ranking de valor estimado de SCImago cobra sentido. No como un listado para determinar precios, sino como una herramienta para cuantificar, siquiera hipotéticamente, cuál es el ingreso que las instituciones están dejando de percibir al optar por no cobrar por la publicación de artículos. Esta renuncia, lejos de ser un fallo de gestión, es una decisión estratégica basada en principios académicos y éticos. Pero para que esa decisión sea plenamente valorada por quienes administran los recursos universitarios, es importante tener datos que permitan visibilizar el alcance económico de esas publicaciones.

Pongamos un ejemplo. Si una universidad aloja una revista que publica 100 artículos al año, y si cada uno de esos artículos tuviera un APC estimado de 1.500 euros (en línea con muchas revistas comerciales de calidad similar), esa revista estaría renunciando a 150.000 euros anuales. Y si esa revista tiene además una alta visibilidad y un índice de impacto relevante, ese valor podría ser aún mayor. Sin embargo, en muchos contextos institucionales, esta revista se percibe simplemente como un centro de coste más, sin que se reconozca el valor financiero implícito del que se está prescindiendo voluntariamente.

Esto no significa que las universidades deban comenzar a cobrar por publicar en sus revistas. El acceso abierto, especialmente en su modalidad diamante (sin coste ni para autores ni para lectores), sigue siendo un modelo esencial para garantizar una ciencia equitativa, inclusiva y global. Pero sí implica que las universidades y otras instituciones editoras deben empezar a considerar a sus revistas como verdaderos activos estratégicos, con valor tanto académico como financiero. Solo así podrán defender mejor su relevancia ante autoridades administrativas, y justificar con más claridad las inversiones que realizan en sus equipos editoriales, plataformas tecnológicas, sistemas de revisión y demás recursos necesarios.

Al fin y al cabo, nadie duda del valor de un edificio universitario lleno de aulas: se le asigna valor porque se vincula directamente con la actividad docente y con los ingresos que la universidad percibe por la matrícula. Del mismo modo, una revista científica bien posicionada en rankings de calidad y con alto volumen de publicaciones es también un espacio de circulación de conocimiento que tiene impacto real —y que podría tener, si se quisiera, un rendimiento económico. Ignorar esto es desconocer la contribución silenciosa pero vital que muchas revistas hacen al prestigio institucional y al ecosistema científico global.

Además, las revistas contribuyen a la visibilidad de la institución, lo que se puede traducir en más prestigio, más alumnos y mejores enseñantes.

El ranking de SCImago no propone poner precio a la ciencia, sino ayudar a valorarla desde una perspectiva complementaria. Porque para defender el acceso abierto, también hace falta saber cuánto vale lo que decidimos ofrecer gratuitamente.

Ranking de revistas con su valor financiero estimado:
https://www.scimagojr.com/journalvalue.php

Artículo donde de explica cómo se ha obtenido el ranking:
https://revista.profesionaldelainformacion.com/index.php/EPI/article/view/87843

Tomàs Baiget
https://directorioexit.info/ficha46