Por Tomàs Baiget
El pasado 30 de marzo de 1995, el entonces presidente francés François Mitterrand inauguró simbólicamente la Bibliotheque Nationale de France (BNF) –conocida al principio con el nombre, muy propio del país vecino, de Très Grande Bibliothèque…
Mientras tanto siguen adelante, también con retrasos y recortes de presupuesto, las obras de The British Library en la zona de St. Pancras, Londres.
Maqueta de la Biblioteca Nacional de Francia
La nueva sede de la BNF, situada a orillas del Sena, en el Quai de la Gare (barrio de Tolbiac), es un conjunto de 4 torres de cristal transparente, cada una de unos 25 pisos y en forma de letra ele mayúscula, o de libro abierto. La superficie total es de 365.000 m2, y la útil de 168.000.
De momento sólo se han terminado los edificios, que ahora se irán llenando de libros (caben 12 millones) hasta la inauguración efectiva, prevista para 1997, año en que se espera esté listo también el sistema informático de consulta.
La obra, cuya planificación empezó en 1988, ha costado 190.000 M PTA, tiene 3.600 puestos de lectura, podrá acoger 20.000 visitantes diarios y tiene aparcamiento para 2.000 coches.
Habrá una sección de 1.400 plazas y más de 800.000 libros a disposición del público general. El resto estará reservado sólo a investigadores. La reserva de las mesas y de los libros podrá hacerse por Minitel, el videotex francés, ahorrándose así los 20 minutos de espera que se prevén entre la solicitud de un libro y su entrega.
El arquitecto de la BNF, Dominique Perrault, ha sido muy criticado por la idea de disponer los libros en torres de cristal
El arquitecto de la BNF, Dominique Perrault (en la foto), ha sido muy criticado por la idea de disponer los libros en torres de cristal (que algunos han calificado de silos), ya que pueden ser dañados por el sol. En 1991 la polémica generada obligó al Conseil supérieur des bibliothèques a realizar un informe de evaluación que, para acallar a los contrarios al proyecto, emitió un veredicto simbólico: bajar la altura de las torres en dos pisos.
La nueva British Library
Contrastando con las mayores concesiones a la grandeur de los franceses, los británicos llevaban muchos años (desde 1978) planificando cuidadosamente una nueva ubicación más racional de su biblioteca nacional, que pudiera centralizar en un único edificio los 12 servicios que actualmente están dispersos por la ciudad de Londres. El British Library Document Supply Centre (Bldsc), el centro de reproducción de documentos más grande del mundo, seguiría en Boston Spa, cerca de York.
https://www.scimagoepi.com/el-document-supply-centre-de-la-british-library
Las cosas han ido cambiando mucho desde los planes iniciales, desde las tecnologías hasta el precio del metro cuadrado en Londres, sin olvidar la situación política y económica. Se habla de una desviación presupuestaria de 20.000 M PTA –algunos la calculan mucho mayor–.
Maqueta de la nueva sede central de The British Library, en la zona de St. Pancras, Londres. Al fondo, con forma de castillo, la estación ferroviaria de la que toma el nombre.
El nuevo edificio (planificado por el arquitecto Colin St John Wilson, en la foto, que hoy cuenta con 73 años de edad) se tenía que inaugurar a finales de los 80s pero luego las fechas se han ido retrasando.
El proyecto es ahora mucho menos ambicioso: de 3.500 puestos de lectura se ha pasado a 1.200. Habrá menos pantallas de consulta y mayores tiempos de espera. Se ha suprimido la compra de obras de arte y se han vendido los terrenos de los alrededores que hubieran posibilitado una hipotética futura ampliación.
EI host online Blaise (British Library Information Service), antes en el Soho y candidato a ocupar un espacio en St. Pancras, se trasladó hace ya unos cuatro años a Boston Spa.
Algunos materiales instalados en los sótanos del edificio de St. Pancras no eran a prueba de la humedad
Además de cambios de gobierno y de direcciones generales, el edificio de St. Pancras ha sufrido muchos reveses técnicos, siendo los principales los ocasionados por el hecho de que algunos materiales instalados no eran a prueba de la humedad que apareció en los sótanos. En 1991 hubo que cambiar los armarios compactos móviles (que se oxidaron) y en 1992 se sustituyeron más de 1.000 Km de cables eléctricos al estropearse su capa aislante externa:
https://www.scimagoepi.com/retraso-para-la-nueva-british-library
Sin embargo, las obras siguen y se espera inaugurar el edificio en 1997.
Pero, ¿hacen aún falta estos superedificios?
Sobre todos estos grandes depósitos de libros con puestos de lectura pende la amenaza de su inutilidad en una época de transición como la actual, en la que se entrevé ya como será Ia biblioteca del futuro: Iibros digitalizados recibidos en casa por las redes de telecomunicaciones, leídos cómodamente sentados delante de una pantalla (evidentemente de mayor calidad que las actuales) o con un libro electrónico-terminal de datos-teléfono-modem en cualquier parte, p. ej., en la playa o bajo un pino.
Hay que reconocer que estamos avanzando muy rápidamente hacia la biblioteca electrónica: los libros de papel se descomponen a los 50 años debido a los ácidos contenidos en el papel. Últimamente se ha disparado su precio. La sociedad fuerza a aumentar nuestra cultura informática para cualquier actividad y cada día nos resultan más familiares las pantallas, las telecomunicaciones son mejores y más baratas…
No hay duda alguna de que los libros de papel no desaparecerán, pero quizá dentro de un par de generaciones solamente se los puedan permitir unos pocos.
Nota redactada por Tomàs Baiget a partir de textos diversos. Entre ellos, dos artículos de periódico:
Octavi Martí, EI País, 31 de marzo de 1995, y Conxa Rodríguez, Avui, 28 de agosto de 1994.
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Esta información se publicó en la revista Information World en Español (IWE), n. 36, julio-agosto de 1995, pp. 10-11.
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